Nuestra relación fue como una miniatura del amor. Como un frasquito de perfume de esos que guardaban nuestras madres y que nunca perfumarán nada realmente. O como las tacitas diminutas con sus platos que nunca podrán contener té. Como esos objetos que requieren de mucha dedicación y atención para ser confeccionados, pero que después quedan ahí, vacíos, apilando polvo, sin que nadie repare en ellos. Sin ninguna vida, ninguna función. Nuestra relación fue como uno de esos objetos pequeños y delicados que solo existen para ser observados unos segundos y luego se pierden olvidados en la memoria.
Ceci n'est pas un blog
And yet...
viernes, 12 de febrero de 2021
sábado, 6 de febrero de 2021
FIN
1.- Esther dice que el cuerpo siempre querrá actuar a mi favor, protegerme, pero a veces es difícil creerle cuando sufro los asaltos de esas ideas negras y dolorosas que viajan persistentes en las señales eléctricas que emiten mis neuronas. Se supone que las células cerebrales repiten patrones. Yo a veces quisiera arrancarme el hipotálamo. Al final, el cerebro es mi enemigo más absoluto.
2.- No sé cuál fue el hito que marcó la diferencia. No sé si pasó algo en tu vida o en la mía, o si viste algo en mí que te causó rechazo o distancia, o si viste algo en alguien más que te atrajo con mayor fuerza. Sólo sé que cambiamos. Me sentí querida por ti, deseaba, adorada. Usaste esa palabra: te adoro, dijiste. Conté los días que pasamos juntos, conociéndonos, escuchándonos y contándonos cientos de historias del pasado, inventando futuros posibles e imposibles, mencionando empolvados que algún día haríamos realidad. Escribiste una lista de las cosas que haríamos juntos y mi corazón se llenó de amor por ti. Mi cuerpo hizo electrólisis. Te conté mis secretos más profundos. Escuché cosas de ti que jamás le habías contado a nadie. Sentí tu interés en mí –– todo lo tuyo me interesa, dijiste–– y pensé que de alguna manera estábamos juntos ––¿quieres ser mi chica?, preguntaste––. Me dijiste que así lo sentías en tu corazón. Me cuidaste, pensaste en mí al despertar, volviste a nuestra conversación y durante meses cada día quisiste volver a hablar conmigo. Me pediste que te escribiera apenas abriera mis ojos hermosos. Me dijiste que nunca me dejarías. Que siempre me ibas a querer. No sé cuál fue el hito que marcó la diferencia. Cuándo exactamente me empecé a sentir así, como añorando el pasado contigo. No sé cuándo dejé de sentir tu cariño. No sé por qué nunca dejé de quererte.
3.- No eran mis neuronas, eran las tuyas.
4.- Ya sé qué pasó. Fue tu conciencia súbita de haberle hecho daño a la mujer que probablemente más has querido. Eso cambió todo. Te dio miedo, te conectó con tus heridas y tu efecto en las mujeres. Una vez alguien te dijo: eso haces tú, le cambias la vida a las personas y luego las abandonas.
5.- No puedes protegerme contra tu indiferencia. No puedes protegerme contra tus miedos.
8.- A veces siento que te amo. Lo curioso es que lo siento sin que tenga relación con cómo me tratas ahora a mí. Quizás confundo el amor con la añoranza.
14.- Debo dejar de buscarte si quiero darte la oportunidad de saber y sentir cómo es la vida sin mi atención. Debo dejarte un rato atrás si quiero sentir cómo se siente estar sin la incertidumbre de tu afecto. Sin la espera de tus mensajes o de tu atención. Debo tomar la decisión real de separarme de ti.
martes, 14 de enero de 2020
Estás en otro lugar.
No sabes cómo brillan mis ojos esta noche.
Tampoco ves la luna sobre el cerro,
ni estas banderitas de colores que mueve el viento en mi balcón.
No hay un San Pedro florecido intoxicando todo de un aroma dulce.
No hueles el chocolate derritiéndose en el horno.
Estás en otro lugar con otra persona.
No sientes la suavidad de mi piel.
La curvatura de mis caderas y mis pechos.
No tocas mi cintura, mi cuello, mis muslos.
Estás en otro lugar con otra persona y yo veo tus ojos fijos en los míos.
Las células de mi cuerpo queriendo unirse a las tuyas.
Mis labios, mi respiración.
Estás en otro lugar con otra persona y mi cuerpo entero palpita.
Te quiere dentro mío.
No sé qué hacer contigo, dijiste. Y te fuiste a otro lugar. Con otra persona.
No sabes cómo brillan mis ojos esta noche.
Tampoco ves la luna sobre el cerro,
ni estas banderitas de colores que mueve el viento en mi balcón.
No hay un San Pedro florecido intoxicando todo de un aroma dulce.
No hueles el chocolate derritiéndose en el horno.
Estás en otro lugar con otra persona.
No sientes la suavidad de mi piel.
La curvatura de mis caderas y mis pechos.
No tocas mi cintura, mi cuello, mis muslos.
Estás en otro lugar con otra persona y yo veo tus ojos fijos en los míos.
Las células de mi cuerpo queriendo unirse a las tuyas.
Mis labios, mi respiración.
Estás en otro lugar con otra persona y mi cuerpo entero palpita.
Te quiere dentro mío.
No sé qué hacer contigo, dijiste. Y te fuiste a otro lugar. Con otra persona.
lunes, 23 de diciembre de 2019
Blanco
Desolación.
Un paisaje blanco. La nieve de Moscú.
No. Es la nieve de Ámsterdam.
Los canales congelados.
Los árboles sin hojas.
Las calles vacías. Las bicicletas amarradas
a los puentes cubiertas de nieve.
Las veredas manchadas de sangre oscura.
Densa. Tibia.
Es mi sangre.
Es mi sangre.
-----------------------------
El sol en el parque. La gente riendo.
Amigos cantando y bailando.
Música gitana.
Niños, animales. La casa azul repleta de
gente tomando cerveza, riendo, despreocupada.
Los botes en los canales, los timbres de
las bicicletas, los tranvías.
Los adoquines iluminados. El cielo celeste.
El día eterno, luminoso.
Blanco.
---------------------------------
33C. Pasillo. El cielo enceguecedor.
Imposible abrir la ventanilla. Los carros de comida pasando a mi lado.
Turbulencia. Azafatas lloran. La gente grita.
Yo me pregunto cómo será morir en el cielo
blanco, reluciente. En el mismo sol.
-----------------------
Nos miramos largamente. Conversamos en
silencio. Me pidió abrazarme. Mi cuerpo tiritó. Tuve ganas de llorar. Al otro
lado del mundo, conectados por una pantalla y unos cables. Mi corazón vacío.
Frío. Petro. Entonces el mundo en blanco. Abrí los ojos unas horas después. Era
cierto todavía. Me había dejado.
------
Las cartas las escribí hace tiempo. No sé
por qué lo hice, ni de dónde salieron tantas letras, tantas emociones. Es como
si otro viviera en mí. ¿Me entiendes? Otra persona. Una vida paralela. Otro.
Una sombra. O quizás no. Quizás ese otro
sea blanco. Y yo soy la que se está pudriendo por dentro.
-------
Alaska. Nunca te vi. No te vi por quedarme
junto a alguien. Alguien que dice amarme y que soy su vida. Alguien que nunca
tuvo tiempo para mí.
-------
Alicia sentía
los celos como un ardor caliente en la vagina. Se humedecía, palpitaba y -aunque no quería saber nada-
siempre quería saber más. Estar celosa la calentaba. Incluso después de haber
oído las historias que él (que ellos) le contaban, la sensación se quedaba con
ella la tarde entera y a veces hasta la noche. Cuando podía, se escapaba a
algún baño y se tocaba con los ojos cerrados. El pecho le dolía, la cabeza daba
vueltas con escenas incestuosas, con traiciones pasionales donde ella era la
víctima.
Cuando era
Marina era otra cosa. Se sentía pura y conectada con la naturaleza. Soñaba con
nadar desnuda en el mar frío, con los pezones duros, abajo de rocas ancestrales
que hacían que la isla no fuera más que una masa flotante, una excusa para
salir al barro y dejarse secar al sol; para tensar luego los músculos y oír la
costra de barro seco crujir sobre su piel tersa, limpia.
A veces
también era Emma. Entonces se sentía alta, con pechos abundantes coronados por
pezones rosados. Le gustaba esperar a sus novios desnuda en la cama, recostada
de espalda, piernas arriba, como tocando el techo con los pies. Meciéndose de
un lado a otro, en silencio, expectante. No quería un cuerpo perfecto: proyectaba
sus anhelos físicos en el cuerpo de sus amantes. Adoraba a los hombres, pero su
deseo más secreto era tocar a una mujer y ser tocada por ella. Sentir sus
pechos, sus caderas, su vientre, la curvatura de las axilas, la suavidad de la
espalda, oler el pelo, sentir las concavidades de sus manos en esas nalgas suaves.
Cuando era Clara
era más ella misma. Pequeña, imperfecta, con cicatrices en las piernas y en los
brazos. Con hombros caídos, pero ojos brillantes. Decía mentiras para poner
celosos a los hombres. Mentiras para llenar su cabeza de fantasías. Mentiras
para salvar el deseo impronunciable, para no decir lo que explota en el
silencio.
Pamela, por
su parte, solo podía escribir cuando estaba caliente. Antes de masturbarse. Su
sueño de ser escritora siempre quedaba postergado por la llegada del amante o
por sus manos ansiosas que bajaban a las profundidades de su sexo y apenas
rozando el clitoris se mojaba de placer y ya no podía escribir más. Cuando sí escribía,
lo hacía con letra muy pequeña, para que el cerebro no interrumpiera su
conciencia creativa. Escribía como si nadie nunca fuera a leer sus letras: sin
censura y con honestidad.
Un tiempo
se concentró en hacer sexo oral a los hombres. Quería ser la mejor. Era tan
insegura que no lograba disfrutar su cuerpo. En esos días la llamaban Paula. Se
dejó tocar y manosear en bodegas y autos, aeropuertos, casas en venta, salones
de fotografía. Se dejó tocar los pechos muchos años más tarde en un salón de
fotos. Entonces era Laura, tocaba el saxo, tenía un novio en Holanda pero vivía
en Suiza. Tenía otro novio en Suiza pero amaba al de Holanda. Quería experimentar.
Como entonces. Dejó que el fotógrafo le tocara los pechos. Por debajo de la
blusa, como en esa película que vio a los siete años, cuando los dos amigos le
tocaban cada uno un pecho a la protagonista -a la protagonista que Clara
entonces envidiaba tanto. Cuando iba al cine nunca usaba sostén, por si se
cumplía su fantasia de una mano desconocida acariciando sus pechos en la oscuridad
de la película.
Pero lo que
pasó con Laura fue distinto. Dice que la drogaron, que ella en realidad no
quería tener sexo. Que fumó una pipa y luego estaba muy cansada, que quería
irse pero no podía. Que él la desvistió. Que tuvieron sexo sin condón. Que se
sintió violada. Su novio de Holanda, al que amaba pero no veía, le dijo que denunciara
al fotógrafo violador. Y Laura fue a juicio y se sintió importante.
Laura, Paula,
Pamela, Clara, Emma, Marina, Alicia.
Tuvo que recordar que pese a todo solo se
tenía a sí misma.
jueves, 28 de febrero de 2019
Train ride
Today I was asked 5 times whether I was married. I gave all type of answers: yes; no; I’m divorced; I separated.
The last person was a man I met in my train cabin from Baku, in Azerbaijan, to Tbilisi in Georgia.
My friend Malahat came with me to the train station. We had a glass of wine and then ran to the platform; hugged saying don’t be sad, don’t be sad one million times. I jumped to the train almost falling with my blue massive suitcase that I mistakenly brought to this trip. She had told me no one would share the cabin with me in the train, cause it was first class -which meant it had just two seats/beds -and most often people travel in pairs.
But she was wrong.
When I entered the tiny space -probably 2 square meters- a man with a uniform was there. Bold head, black mustache, little English. It happened to be a military man working at the border. Married to a woman who stays at home, and father of two kids, both studying economics.
I felt a bit uncomfortable that I had to be in such a tiny place with this unknown guy dressed in a green uniform, but decided to give it a chance and not face the situation full of prejudices. So I smiled and was gentle.
The woman working to assist passengers came to our cabin at least 10 times in the first hour of train ride. Blond and rather old, with a scar in her face, she made a big effort to please him. Brought him tea and jam and sweets. Made his bed. Moved her eyelashes. I was sitting there, 50 cm away, hearing and watching the situation as if it was a movie.
Suddenly he decided to talk to me. What’s your name, what do you do, what’s the name of your university, etc. And, of course, are you married.
I said yes. Thought lying was safer.
He said your husband is really lucky, you are very beautiful. I said "thanks, but don´t", and started worrying a little bit. Showed him a picture of Keven holding a baby from the day we went to Qom, and told him he was my husband, that we had been traveling in Iran and that we would meet in Germany after my visit to Georgia.
He didn’t seem too pleased.
He said he wanted to sleep, so I wrote down something in my diary and turned off the light.
And then, in the dark, he said "Paulette, would you like to sleep with me?".
I thought I hadn’t understood, it could not be this shameless.
- If you want to sleep here with me- he repeated, and touched his body.
- What, No! Of course not!
- Ok, I’m sorry - he said.
And do you know what I answered? " It’s fine", I said. That’s is what I answered: It’s fine!
But no, it’s not fine at all; because I have to spend 14 hours with this man next to me, with a closed door, with the woman in charge of the train trying to please him; its not fine cause he is a militar with a weapon, cause there is no wifi, cause I have no one to tell.
It’s not fine cause now I’m terrified to sleep. Cause I don’t know if he will masturbate or if he will come touch me in the middle of the night. So I can’t sleep although I’m exhausted. And my heart jumps every time he moves.
And I wish I would know what to do, or how to defend myself. And I wish I wouldn’t need to hide under this blanket that is killing me of warmth. And I wish I were married to be with my husband here and feel safe and know that no man will come to bother me at night in any cabin, in any train, in any country. And as that won´t happen, I wish I could travel alone feeling safe. I wish I were not a woman.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)